De taller, la catarsis...

¿Quién podría juzgar libremente su alma,
siempre adolorida que hoy se pasea y amaga con liberarse de su ser?
Si el verdadero juez no es mas que él mismo,
tan tibio, olvidado, tan ausente de su propia razón. 
¿Quién, acaso podría darle a sus palabras un sentido, 
que no sea el reflejo de su soledad, de la oscuridad?
Solo y apartado ve sus días pasar, su alma perdida
lo lleva a soñar y desear aquel presente en el que él no es él.

No se escuchan sus gritos ya. Silencio, 
uno frío que sepulta su esperanza, solo silencio lo rodea.
Quienes quedan son meros recuerdos, palabras vagas en el viento.

Ya no esta con él su alma, ya se está yendo, cruzando el umbral,
ya más lejos,
tranquilidad. 
Ya más dormido, ya olvido.